Pastoral Letter for September
Dear Friends in Christ,
In this pastoral letter, I wish to delve into a significant aspect of our worship experience: The Liturgy of the Word. This portion of our Mass is not merely a recitation of text; it is a profound encounter with the living voice of God that resonates in our hearts.
When we gather for Scripture readings during Mass, we are not simply listening to words from a book or the voice of a human reader. The Church teaches us that the Scriptures hold a “real presence” of God, similar to the presence of Jesus in the Eucharist. As the Sacred Scriptures are read aloud, it is God Himself who speaks to us. In His word, Christ proclaims the Gospel and shares His truth. It is a representation of the Father, Son, and Spirit united in message.
The word of God is not just information; it holds the power to liberate our spirits (John 8:32). But this liberation requires our response. The Scripture readings are intended to be a dynamic dialogue, an interaction between us and God. Our role as listeners goes beyond passive attention; it’s an active exchange, a conversation. We are not a mere audience; we are a gathering, a community engaged in a conversation with God. As disciples, we approach this dialogue as students eager to grasp God’s wisdom and share it with the world. Remember, Jesus taught us to prioritize the sanctification of God’s name in our lives. Listening to His words equips us to fulfill this purpose.
When we participate in the Liturgy of the Word, we embark on a spiritual journey. The Scriptures unveiled in this sacred moment are not just historical records or philosophical reflections; they are a direct channel for God to speak to us. Amidst the noise of life’s many things going on, this liturgical phase invites us into a reverent silence, a state of deep listening. It is a chance to set aside the clamor and center our attention on God’s voice. These words transcend time and culture, resonating with hearts across generations.
Moreover, the Liturgy of the Word nurtures our faith and bolsters our relationship with God. Through these readings, we discover the beautiful story of how we are saved, Christ’s teachings, and the wisdom of spiritual leaders. These words possess the ability to illuminate our minds and touch our souls, guiding us toward righteousness and truth. Additionally, the Liturgy of the Word prepares us for the pinnacle of our worship – the Liturgy of the Eucharist. Through the readings, we recognize our need for redemption, our yearning for communion with God, and our gratitude for Christ’s sacrifice. They create a space within us to receive the Eucharist with a humble and love-filled heart.
As we meditate on the Liturgy of the Word, let us acknowledge its sacredness. Approaching this segment of the Mass with the right mindset is crucial for us to genuinely connect with the divine message and let it shape our lives. When the Scriptures are proclaimed, let us be present and engaged. It is not solely about hearing words; it is about encountering the living Word of God. Just as we intently listen when a loved one speaks, so should we give our full attention to God’s message. Our hearts and minds should be open to receiving these Scriptures. They offer truths that resonate regardless of our circumstances. Come to the readings with an open heart, allowing God’s Word to speak to your unique situation.
Furthermore, let us approach the Word of God with reverence. These words are not mere narratives; they are divine messages meant to guide and transform us. As we approach the altar with reverence during Communion, let us approach the Scriptures with awe and respect. Just as we come to the Eucharistic table anticipating Christ’s presence, let us approach the Liturgy of the Word with expectation. Anticipate that God has a message designed for you today – a message that can nourish your soul and illuminate your path.
In closing, I invite you to reflect on a few questions:
Ø Are the Scriptures touching my heart as I listen? Am I open to their message resonating with my life?
Ø Do I reflect on how the readings can guide my upcoming week? How am I applying these teachings in my daily interactions?
Ø How can I make the Word from the Liturgy a part of my daily life? Am I actively sharing these teachings with others?
Your Friend and Pastor,
Fr. Linh Nguyen
Queridos Amigos en Cristo,
Por medio de esta carta pastoral, quiero explorar un aspecto significante de como adoramos: la Liturgia de la Palabra. Esta parte de nuestra Misa no es tan solo una recitación de texto; es un encuentro profundo con la voz viva de Dios que resuena en nuestros corazones.
Cuando nos congregamos para escuchar las lecturas de las Escrituras durante la Misa, no estamos simplemente escuchando palabras de un libro o la voz de un lector humano. La Iglesia nos dice que las Escrituras llevan una “presencia viva” de Dios, similar a la presencia de Jesús en la Eucaristía. Cuando las Sagradas Escrituras se leen en voz alta, es Dios mismo quien nos habla. Con Su palabra, Cristo proclama el Evangelio y comparte Su verdad. Esto es una representación del Padre, del Hijo y del Espíritu unidos en el mensaje.
La palabra de Dios no es solamente información; porque tiene el poder de liberar nuestro espíritu (Juan 8,32). Pero esta liberación requiere nuestra respuesta. Las lecturas de las Escrituras están destinadas a ser un diálogo dinámico, una interacción entre nosotros y Dios. Nuestro papel como oyentes va más allá de la atención pasiva; es un intercambio activo, una conversación. No somos solamente espectadores; somos una congregación, una comunidad comprometida en una plática con Dios. Como discípulos, participamos en este diálogo como estudiantes deseando comprender la sabiduría de Dios y compartirla con el mundo. Recordemos que Jesús nos enseñó a darle la superioridad a la santificación al nombre de Dios en nuestras vidas. Al escuchar Su palabra nos capacita a cumplir este propósito.
Cuando participamos en la Liturgia de la Palabra, nos entregamos a una jornada espiritual. Las Escrituras reveladas en este momento sagrado no son solo registros históricos o reflexiones filosóficas; son vías directas para que Dios nos hable. En medio de a bulla de las múltiples actividades de la vida, la liturgia nos invita a ser parte de un silencio reverente, a un estado donde debemos escuchar profundamente. Es una oportunidad para separarnos de la bulla y centrar toda nuestra atención en la palabra de Dios. Estas palabras trascienden el tiempo y la cultura, resonando en los corazones de todas las generaciones.
Es más, la Liturgia de la Palabra nutre nuestra fe y fortalece nuestra relación con Dios. A través de estas lecturas, llegamos a descubrir la hermosa historia de nuestra salvación, las enseñanzas de Cristo y la sabiduría de los líderes espirituales. Estas palabras pueden iluminar nuestras mentes y tocar nuestras almas guiándonos hacia la justicia y la verdad. Además, la Liturgia de la Palabra nos prepara para el momento culminante de nuestra adoración – la Liturgia de la Eucaristía. A través de estas lecturas, reconocemos nuestro deseo de redimirnos, nuestro anhelo de comunión con Dios y nuestra gratitud a Dios por su sacrificio. La liturgia crea el espacio dentro de nosotros para recibir la Eucaristía con un corazón humilde y lleno de amor.
Cuando meditemos en la Liturgia de la Palabra, reconozcamos lo sagrado que es. Al llegar a esta parte de la Misa es muy importante un buen modo de pensar para unirnos genuinamente con el mensaje divino y permitir que cambie nuestras vidas. Cuando proclamen las Escrituras, debemos estar completamente presentes y comprometidos, porque no se trata solo escuchar palabras; es encontrarse con la Palabra viva de Dios. Así como escuchamos con mucha atención cuando un ser querido habla, así hagamos lo mismo con el mensaje de Dios. Nuestros corazones y mentes deben estar abiertos para recibir estas Escrituras. Ellas ofrecen verdades a todos independientemente de nuestras circunstancias. Acudamos a las lecturas con el corazón abierto, pidámosle que la Palabra de Dios se dirija a nuestra situación única.
También, acerquémonos a la Palabra de Dios con reverencia. Estas palabras no son cualquier narrativa; son mensajes divinos destinados a guiarnos y transformarnos. Así como nos acercamos al altar con reverencia durante la Comunión, acerquémonos a las Escrituras con admiración y respeto. De la misma manera que nos acercamos a la mesa eucarística anticipando la presencia de Cristo, acerquémonos a la Liturgia de la Palabra con la misma expectativa. Vayamos con la esperanza que Dios tiene un mensaje especial para cada uno de nosotros hoy, un mensaje que puede nutrir nuestra alma e iluminar nuestro camino.
Pregunta para la reflexionar:
Ø ¿Cómo puedo integrar y compartir activamente las enseñanzas de las Escrituras y la Liturgia en mi vida diaria y en mis relaciones con los demás?
Que continúen en esta jornada espiritual con el corazón abierto a la posibilidad transformadora de la Palabra de Dios.
Su Amigo y Pastor,
P. Linh Nguyen