Dear Friends in Christ,
After the sign of peace, there’s a special moment that’s all about unity and togetherness. We all say or sing “Lamb of God” together while the presider breaks the bread, just like how Jesus fed a whole crowd with just a few loaves. It’s a reminder of something amazing: when many grains of wheat become flour, they lose their individual identities to become one loaf. And just like how grapes are crushed and mixed to become one wine, Jesus, through His death and resurrection, brought us all together as one.
Then comes another important part of communion. The presider holds the host slightly above the chalice and says, “Behold the Lamb of God, behold him who takes away the sins of the world. Blessed are those called to the supper of the Lamb.” This is the church’s way of telling us that nothing can harm us because Jesus has already defeated sin and death. Death is just a door that leads us to an incredible feast, where we will be united with Christ and all the saints in heaven.
Now it’s time to go to the altar and receive the Bread of Life. We’re encouraged to treat communion like a family meal, where everyone is welcome and valued. We’re reminded that we are all part of the Body of Christ, and that we all have a place at His table.
We’re even encouraged to sing as we go up to receive communion. The idea is to show that we’re all connected and happy to share this moment. It’s not only about Jesus; it’s also about appreciating each other.
When we sing together, we express our joy and gratitude for the gift of unity that Jesus has given us. We lift our voices as one, praising God for His goodness and mercy.
Once we’ve all received the bread, we’re invited to pray quietly for a while. This is when we can feel Jesus in our hearts without saying a word. It’s like catching a glimpse of heaven. In these moments of silence, we can let the peace and love of Christ wash over us, filling us with a sense of calm and contentment.
We understand that when we leave the church, we’re back in the imperfect world, where division and violence sometimes exist. But for now, we set all of that aside and enjoy the peace and unity we experience when we’re with Christ. We feel it deep within our souls, a peace that surpasses all understanding.
Because of this incredible experience, we’re inspired to go out into the world and work towards bringing that same peace and unity everywhere. The peace we feel during Mass isn’t just for us; it’s a taste of what we should strive to create in our families, workplaces, schools, and communities. We’re called to be ambassadors of Christ, spreading His message of love and reconciliation wherever we go.
Yes, the world isn’t perfect, but guess what? Jesus has already emerged victorious. The moments of peace and unity we experience in church empower us to go out and make the world a better place. We become stewards of Christ’s kingdom, responsible for spreading love, truth, and unity in every aspect of our lives, whether it’s in politics, religion, or our everyday actions.
Your Friend and Pastor,
Fr. Linh Nguyen
Queridos amigos en Cristo,
Después de la señal de la paz, tenemos unos momentos especiales que tienen que ver con unidad y convivencia. Todos recitamos o cantamos juntos el “Cordero de Dios” mientras el padre parte el pan, como Jesús lo hizo cuanto alimentó a toda una multitud con pocos panes. Esto es para hacernos recordar algo maravilloso: como cuando los granos de trigo se convierten en harina, pierden su identidad individual para convertirse en un solo pan. Igual que cuando se aplastan las uvas y se mezclan para convertirse en un solo vino. Jesús, con su muerte y resurrección, nos hizo a todos en uno.
Tenemos otra parte importante de la comunión. El sacerdote sostiene la hostia por encima del cáliz y dice: “He aquí el Cordero de Dios, he aquí El que quita los pecados del mundo. Bienaventurados los llamados a la cena del Cordero”. Esto nos dice la Iglesia para darnos saber que nada puede hacernos daño porque Jesús ya ha vencido el pecado y la muerte. La muerte es sólo una puerta que nos lleva a una fiesta increíble, donde estaremos unidos a Cristo y a todos los santos en el cielo.
Ahora es el momento de ir al altar y recibir el Pan de Vida. La Iglesia nos anima a ver la comunión como una comida familiar, donde todos somos bienvenidos y valorados. También nos recuerda que todos formamos parte del Cuerpo de Cristo y que todos tenemos un lugar en su mesa.
La Iglesia también nos anima a cantar cuando nos acercamos a recibir la comunión. Esto es con el fin de demostrar que todos somos uno; conectados y felices de compartir este momento. No es solo venerar a Jesús, sino también de apreciarnos mutuamente.
Cuando cantamos juntos, expresamos nuestra alegría y la gratitud por el don de la unidad que Jesús nos ha dado. Alzamos todas nuestras voces como una sola voz, alabando a Dios por su bondad y su misericordia.
Después de recibir el pan, somos invitados a orar en silencio unos momentos. Es ahora cuando podemos sentir a Jesús en nuestros corazones sin tener que hablar. Es como una vislumbre del cielo. En estos momentos de silencio, podemos dejar que la paz y el amor de Cristo nos llenen de serenidad y satisfacción.
Entendemos que cuando salimos de la Iglesia, volvemos al mundo imperfecto, donde hay división y violencia. Pero por ahora, dejamos todo eso a un lado y disfrutamos de la paz y la unidad que experimentamos cuando estamos con Cristo. Sentimos en lo más profundo de nuestras almas, una paz que sobrepasa todo entendimiento.
Gracias a esta increíble experiencia, nos sentimos inspirados para salir al mundo y llevar esa misma paz y unidad a todas partes. La paz que sentimos durante la Misa no es sólo para nosotros; es un ejemplo de lo que debemos esforzarnos para crear en nuestras familias, trabajos, escuelas y comunidades. Estamos llamados a ser embajadores de Cristo, difundiendo su mensaje de amor y reconciliación dondequiera que vayamos.
Sí, el mundo no es perfecto, pero ¿sabes qué? Jesús ya surgió con victoria. Los momentos de paz y unidad que vivimos en la iglesia nos da la energía y valor para salir y hacer del mundo un mundo mejor. Nos convertimos en apoyo del reino de Cristo, responsables de difundir el amor, la verdad y la unidad en todos los aspectos de nuestras vidas, ya sea en la política, la religión o nuestras vidas cotidianas.
Su amigo y pastor,
Fr. Linh Nguyen