Sign of the Cross
Dear Friends in Christ,
On Sunday, you enter the church for Mass. You stop at the baptismal font, dipping your fingers into the holy water, and make the sign of the cross. The sign of the cross is the oldest Christian profession of faith. The Catechism of the Catholic Church tells us that when Catholics are baptized, “the sign of the cross, on the threshold of the celebration, marks with the imprint of Christ the one who is going to belong to Him and signifies the grace of the Redemption Christ won for us by His cross” (CCC 1235). The mass itself begins with the sign of the cross and will also end in the same way, when we receive the final blessing. Making the sign of the cross reminds us that we belong to Christ. We begin in the name of the Father and of the Son and of the Holy Spirit not only to mention the name of God, but to also to put us in His holy presence.
What allows us ordinary people to presume the privilege of an audience with God at Mass? Or the right to ask God for anything? In whose name, by whose invitation, do we present ourselves at the door? It is “in the name of the Father!” We are here because the Father has held us worthy to be in His presence and minister to Him. We are here in the name of the Father; because we are the family He wants to be here with Him.
And we present ourselves “in the name of the Son,” our Lord Jesus Christ, at whose command we celebrate these mysteries. Because he said, “Do this in memory of me.” “And of the Holy Spirit,” because we are gathered in the communion of the Holy Spirit. In everything we say and do, we will be giving expression to the Spirit dwelling within us. We assemble in the name of the Holy Spirit, who fills the hearts of his faithful, and enkindles in them the fire of his divine love.
We are gathering in the name of the Three Persons of the Holy Trinity! That means we are caught up in the infinite mystery of God. We are entering into conscious relationship with God Himself as Father, Son, and Spirit. And since every relationship is a way of interacting with another, the Mass is gathering us together to interact with God the Father; as infinite Being and Goodness; with God the Son, as Word of God, infinite Truth; and with God the Holy Spirit; as infinite Love.
When we begin the Eucharist in the name of the Father, and of the Son, and of the Holy Spirit, we enter explicitly into the divine world: the world of relationship with God. First, we put our hand on our forehead, to say we know Him. He is our Father. He gives us His own divine life. Then we bring our hand down and place it on our heart to say God came down from heaven as Jesus the Son to be one of us, to take flesh and live in us as His body on earth. He lives and acts with us, in us, and through us to continue His mission of giving life to the world. Then we sweep our hand in an arc from one shoulder to the other to say that the Holy Spirit is within us, sending us out and empowering us to unite the whole world in one divine family of love.
At Mass we begin our week with the sign of the cross. It expresses the identity we have through relationship with the Three Persons of God. We can use it all week to remind us of who we are. We can extend the Mass by making the sign of the cross when we wake up and go to bed, when we sit down to table or get into the car, whenever we turn on a computer or pick up a cell phone.
The Mass reminds us to do everything we do in the name of the relationship we have with Father, Son, and Spirit. By making the sign of the cross, we can express all week long our awareness of the relationship that people have with each other and with God that we receive at Mass.
What do you do – all day and every day – that reminds you of your relationship with God?
How often do you make the sign of the cross? Do you think you should make it in public?
In your opinion, what is the most striking reality expressed in the Mass?
Your Friend and Pastor,
Fr. Linh Nguyen
Queridos amigos en Cristo,
La señal de la cruz es la profesión cristiana de fe más antigua. La misa comienza con la señal de la cruz y también termina con la señal de la cruz; también cuando recibimos la bendición final. Hacer la señal de la cruz nos recuerda que pertenecemos a Cristo. Comenzamos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo no sólo para mencionar el nombre de Dios, sino también para ponernos en Su santa presencia.
¿Qué nos permite a la gente ordinaria presumir el privilegio de una audiencia con Dios en la Misa? ¿O el derecho a pedirle algo a Dios? ¿En nombre de quién, por invitación de quién, nos presentamos en la puerta? Es “¡en el nombre del Padre!” Estamos aquí porque el Padre nos ha considerado dignos de estar en su presencia y ministrarle. Estamos aquí en el nombre del Padre; porque somos la familia que él quiere que estemos aquí con él.
Y nos presentamos “en el nombre del Hijo”, nuestro Señor Jesucristo, a cuyo mandato celebramos estos misterios. Porque él dijo: “Hagan esto en conmemoración mía.” “Y del Espíritu Santo”, porque estamos reunidos en la comunión del Espíritu Santo. En todo lo que digamos y hagamos, estaremos dando expresión al Espíritu que vive dentro de nosotros. Nos reunimos en el nombre del Espíritu Santo, que llena los corazones de sus fieles, y enciende en ellos el fuego de su amor divino.
¡Nos estamos reuniendo en el nombre de las Tres Personas de la Santísima Trinidad! Eso significa que somos creyentes del misterio infinito de Dios. Hemos entrado conscientemente en una relación con Dios mismo como Padre, Hijo y Espíritu. Y como cada relación es una forma de influenciar el uno con otro. La Misa nos reúne en esta relación con Dios Padre; como Ser infinito y Bondad; con Dios el Hijo, como Palabra de Dios, Verdad infinita; y con Dios el Espíritu Santo; como Amor infinito.
Cuando comenzamos la Eucaristía en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, entramos conscientemente en el mundo divino: el mundo de nuestra relación con Dios. Primero nos ponemos la mano en la frente, para decir que sabemos que Él es nuestro Padre. Él nos da su propia vida divina. Luego bajamos nuestra mano y la colocamos en nuestro corazón para decir que Dios bajó del cielo como Jesús el Hijo para ser uno de nosotros, para encarnarse y vivir en nosotros como su cuerpo en la tierra. Él vive y actúa con nosotros, en nosotros y a través de nosotros para continuar su misión de darle vida al mundo. Luego pasamos nuestra mano en un arco de un hombro al otro para decir que el Espíritu Santo vive dentro de nosotros, enviándonos y dándonos poder para unir al mundo entero en una familia divina de amor.
En la Misa comenzamos nuestra semana con la Señal de la Cruz. Este ejercicio expresa la identidad que tenemos a través de nuestra relación con las Tres Personas de Dios. Podemos usarlo toda la semana para recordarnos quiénes somos. Podemos extender la Misa haciendo la seña l de la cruz cuando nos despertamos y nos vamos a la cama, cuando nos sentamos a la mesa o nos subimos al automóvil, o cada vez que prendemos una computadora o hablamos por teléfono celular.
La Misa nos recuerda que debemos hacer todo lo que hacemos en nombre de la relación que tenemos con el Padre, el Hijo y el Espíritu. Al hacer la señal de la cruz, podemos expresar durante toda la semana nuestra conciencia de la relación que las personas tienen entre sí y con Dios que recibimos en la Misa.
¿Cuáles de tus actividades diarias te recuerdan de tu relación con Dios?
¿Cuántas veces al día haces la señal de la cruz? ¿Crees que deberías persignarte en público?
En tu opinión, ¿cuál es la realidad más intensa expresada en la Misa?
Su amigo y pastor,
P. Linh Nguyen