Pastoral Letter to the Youth
Dear Youth in Christ,
Two friends, meeting after a long time, were discussing the current breakdown in morals, especially among the younger generation. “What do you suppose really causes it?” asked one who in the past had openly declared she felt no need for God in her life. Her Christian friend hesitated, feeling it would be useless to give her own opinion as a believer since the other had so often rejected her attempts in the past to speak of religious matters. Before she could formulate a reply, however, her friend advanced her own theory. “Don’t you think the breakdown in religious values has something to do with it?” “Yes, I do,” agreed the other quickly. “If young people have turned their backs on religion and feel that God doesn’t exist, they no longer have any absolute standards of right and wrong, no authority to turn to for direction, and the result is confusion. Everyone does that which is right in his own eyes.” Surprisingly, her friend agreed with her. Even unbelievers are beginning to realize that if God doesn’t exist, society has nothing on which to base its ethics.
When we venture into the territory of deciding between right and wrong, we are talking about morality, the goodness or evil of human acts. God’s gift of free will means that we have the ability to make conscious choices. So, our questions are, “How do we live the right way?”, “How does God want me to live?” Fortunately we have the Scriptures and Tradition to help answer that question.
From Genesis, you and I were made in God’s image. Being made in God’s image, however, does not make us perfect; God gave us a soul, intellect, and free will to make our own choice. Free will means that we have the freedom to accept or reject God’s will. God created us in His image with a natural desire to follow the moral law, to do good and avoid evil. At the same time, because of original sin, we are inclined toward sin, or choosing to do the wrong thing. The ability to use reason to distinguish between right and wrong is the work of our conscience. Our conscience is the interior voice that helps us to know right from wrong and then to act on that knowledge. But that’s where our free will comes in. We can consciously choose the truly good life. Of course, this gift of human freedom has a flip side. We are also responsible for the choices we make.
Three factors determine the morality of any human action: (1) whether the action itself is inherently good or evil, (2) the intention of the person doing the action, and (3) the circumstances of the action. All three of these elements help determine whether a particular act is good or bad. When we choose to do wrong instead of doing good, we commit sin, and we hurt our relationship with our self, with others, and with God. Sin is any word that we speak, action that we perform, or desire that we have that is contrary to the law that God has inscribed in our heart at the very moment we are conceived. Christian morality then is being the person who God intended to create to be – a person chooses to be good. You grow into a moral person by choosing good acts, carefully examining your motives to be sure your intentions are good, and avoiding circumstances that lessen your ability to choose freely.
Youth! Much of life is a moral and spiritual journey. Build in you unequivocal, reliable standards of right and wrong, noble and base, just and unjust. You must treat life as a moral endeavor.
Your Friend and Pastor,
Fr. Linh Nguyen
Queridos Jóvenes en Cristo,
Dos amigas, que se reunieron después de mucho tiempo, discutían el decaimiento de la moralidad, especialmente con la generación más joven. “¿Qué crees que realmente sea la causa?”, preguntó una que en el pasado había declarado abiertamente que no veía necesidad de tener a Dios en su vida. La amiga cristiana indecisa de comentar sentía que sería inútil dar su opinión como creyente, ya que la otra en el pasado había rechazado seguido sus intentos de discutir asuntos religiosos. Sin embargo, antes de que pudiera dar una respuesta, su amiga se adelantó para expresar su teoría. “¿No crees que el decaimiento de los valores religiosos tiene algo que ver con eso? “Sí, lo creo”, la otra estaba de acuerdo. “Si los jóvenes le han dado la espalda a la religión y sienten que Dios no existe, ya no tienen ningunas normas para distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, no tienen modelos a los que puedan acudir para orientarse, y resultan confundidos. Cada uno hace lo que ve correcto en sus propios ojos.” Sorprendentemente, su amiga estaba de acuerdo con ella. Incluso los incrédulos están empezando a darse cuenta de que, si Dios no existe, nuestra sociedad no tiene nada en que basar su ética.
Cuando nos vamos a explorar los campos para decidir entre el bien y el mal, estamos hablando de la moralidad, la bueno o el mal de las acciones humanas. El don que Dios nos dio del libre albedrío significa que tenemos la capacidad de tomar decisiones con buena consciencia. Así que nuestra pregunta es: “¿Cómo se vive de una manera correcta?”, “¿Cómo quiere Dios que viva?” Afortunadamente tenemos las Escrituras y la Tradición para ayudarnos a responder esta pregunta.
En el libro de Génesis, tú y yo fuimos creados en la imagen de Dios. Ser creados en la imagen de Dios, sin embargo, no significa que somos perfectos; Dios nos dio el alma, el intelecto y el libre albedrío para hacer nuestras propias decisiones; El libre albedrio significa que tenemos la libertad de aceptar o rechazar la voluntad de Dios. Dios nos creó en su imagen con el deseo natural de seguir la ley moral, de hacer el bien y evitar el mal. Al mismo tiempo, debido al pecado original, nos inclinamos hacia el pecado, o elegimos hacer el mal. La habilidad de usar el razonamiento para distinguir entre el bien y el mal es la función de nuestra conciencia. Nuestra conciencia es la voz interior que nos ayuda a distinguir entre el bien y el mal, y así comportarnos con ese conocimiento. Pero ahí es donde entra nuestro libre albedrío. Podemos elegir conscientemente la vida verdaderamente buena. Por supuesto, este don que la libertad humana tiene otra cara. También somos responsables de las decisiones que tomamos.
Tres puntos determinan la moralidad de cualquier acción humana: (1) si la acción en sí misma es esencialmente buena o mala, (2) la intención de la persona que realiza la acción, y (3) las circunstancias de la acción. Estos tres elementos ayudan a determinar si un acto en particular es bueno o malo. Cuando elegimos hacer el mal en lugar de hacer el bien, cometemos pecado y lastimamos nuestra relación con nosotros mismos, con los demás y con Dios. El pecado puede ser cualquier palabra que decimos, acción que realizamos o deseos que tengamos contrario a la ley que Dios ha inscrito en nuestro corazón en el momento en que fuimos concebidos. La moralidad cristiana entonces es ser la persona que Dios quiso crear para ser – una persona que elige ser buena. Te conviertes en una persona moral eligiendo buenos actos, examinando cuidadosamente tus motivos para asegurarte de que tus intenciones son buenas y evitando circunstancias que disminuyan tu capacidad de elegir libremente.
¡Jóvenes! El camino de la vida es un viaje moral y espiritual. Construye en ti normas indudables y confiables entre lo correcto y lo incorrecto, lo noble y vil, lo justo e injusto. Debes tratar la vida como un esfuerzo moral.
Su Amigo y Pastor,
P. Linh Nguyen