Pastoral Letter of July 2024

Dear Friends in Christ,

Deep within us, there is a longing, a hunger that defines who we are as human beings. It doesn’t matter if we are rich or poor, married or single, young or old – this hunger is something we all share. It’s not a hunger for money, success, or material things, but a deep longing for the One who created us, a hunger for God. This desire burns within us because we were created by God and for God. It is a constant presence that calls us to a relationship with Him, a relationship that gives us dignity and purpose. From the very beginning of our existence, we are invited to be close to God, to speak to Him, and to hear Him speak to us.

Sometimes, in our search for God, we forget that He is actually very close to us. The book of Acts 17:28 reminds us that “in him we live and move and have our being.” We often overlook this truth because we are distracted by the world around us or by our own faults and weaknesses. But for those who have a pure heart and a strong desire for God, there are ways to meet Him. We may not be able to scientifically prove God’s existence, but we can feel His presence within us – seeing Him with our inner eye, hearing Him with our inner ear, and feeling Him in our hearts.

When we look at the world around us, we can see God’s handiwork everywhere. Even in the earliest moments of life, order emerged from chaos, showing us the invisible nature of God. St. Paul tells us that we can see God’s eternal power in the wonders of creation (ref. Romans 1:20). The earth itself becomes a way for us to express our faith. The Church teaches us that we can know God through the world He has created and through our capacity for reason, because we are made in His image.

So how can we nurture this desire for God in our daily lives? One way is through prayer. Prayer is a conversation with God, a way to express our joys, sorrows, hopes, and fears. It can be as simple as saying “thank you” or “help me.” The important thing is to make time for prayer every day, even if it’s just for a few minutes.

Another way to nurture our desire for God is through acts of love and service. When we reach out to others with compassion and kindness, we are reflecting God’s love in the world. We are saying “yes” to His call to be His hands and feet on earth.

Finally, we can nurture our desire for God by surrounding ourselves with a community of faith. When we come together with other believers to worship, pray, and serve, we are strengthened in our journey of faith. We are reminded that we are not alone, that we are part of a bigger story of God’s love for the world.

In conclusion, the hunger for God that we all share is a precious gift. It is an invitation to a deeper relationship with our Creator, a relationship that gives meaning and purpose to our lives. By nurturing this desire through prayer, acts of love and service, and community, we can grow closer to God and become the people He created us to be.

Please refer to articles 26-49 of the Catechism of the Catholic Church for additional insights and acknowledgments.

Your Friend and Pastor,

Fr. Linh Nguyen

Queridos Amigos en Cristo,

Dentro de cada uno de nosotros existe un deseo, un hambre que define quiénes somos como seres humanos. No importa si somos ricos o pobres, casados o solteros, jóvenes o viejos, todos tenemos esta hambre. No es un hambre de dinero, ni éxito o cosas materiales, sino un profundo deseo del Creador, un hambre de Dios. Este deseo arde en nosotros porque fuimos creados por Dios y para Dios. Es una presencia constante que nos llama a una relación con Él, una relación que nos da dignidad y propósito. Desde el comienzo de nuestra existencia, estamos invitados a estar cerca de Dios, a hablar con Él y a escucharlo.

A veces, cuando buscamos a Dios, nos olvidamos que Él está muy cerca de nosotros. El libro de Hechos 17:28 nos recuerda que “en Él vivimos, nos movemos y existimos.” A menudo olvidamos esta verdad porque nos distraemos por el mundo que nos rodea o por nuestras propias fallas y debilidades. Pero para aquellos que tienen un corazón puro y un fuerte deseo de Dios, hay modos de encontrarnos con Él. Tal vez no podamos comprobar científicamente la existencia de Dios, pero podemos sentir Su presencia dentro de nosotros – viéndolo con nuestros ojos internos, escuchándolo con nuestros oídos interiores y sintiendo su presencia en nuestros corazones.

Cuando vemos el mundo a nuestro alrededor, podemos ver las obras de Dios en todas partes, Incluso desde los primeros momentos de la vida, el orden surgió del caos, mostrándonos la naturaleza invisible de Dios.

San Pablo nos dice que podemos ver el poder eterno de Dios en las maravillas de la creación (ref. Romanos 1:20). La tierra misma se convierte en una manera de expresar nuestra fe.

La Iglesia nos enseña que podemos conocer a Dios a través del mundo que Él ha creado y a través de nuestra capacidad de razonamiento porque estamos hechos a Su imagen.

Entonces, ¿cómo podemos nutrir este deseo de Dios en nuestras vidas diarias? Una manera es a través de la oración. La oración es una conversación con Dios, una manera de expresar nuestras alegrías, tristezas, esperanzas y miedos. Puede ser tan simple como decir “gracias” o “ayúdame.” Lo importante es dedicar tiempo para la oración cada día, aunque sea solo por unos minutos.

Otra manera de nutrir nuestro deseo de Dios es a través de actos de amor y servicio. Cuando ayudamos a otros con compasión y bondad, estamos reflejando el amor de Dios en el mundo. Estamos diciendo “sí” a Su llamado de ser Sus manos y pies en la tierra.

Finalmente, podemos nutrir nuestro deseo de Dios rodeándonos de una comunidad de fe. Cuando nos reunimos con otros creyentes para adorar, orar y servir, nos fortalecemos en nuestro camino de fe. Recordamos que no estamos solos, que somos parte de una existencia más grande del amor de Dios por el mundo.

En conclusión, el hambre de Dios que todos compartimos es un regalo precioso. Es una invitación a una relación más profunda con nuestro Creador, una relación que da significado y propósito a nuestras vidas. Al nutrir este deseo a través de la oración, los actos de amor y de servicio a la comunidad, podemos acercarnos más a Dios y convertirnos en las personas por la cual, Él nos creó.

Por favor, consulte los artículos 26-49 del Catecismo de la Iglesia Católica para más información y reconocimientos.

Su amigo y pastor,

P. Linh Nguyen

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